Esta flor ha llegado de forma inesperada, en plena inclemencia del invierno como si quisiera regalarnos una primavera precoz. Esta orquídea ha amanecido en una mañana fría mostrando su despliegue de belleza sin pudor, con formas, colores y fragancias nada habituales en las mañanas más crudas del invierno.
Se asemeja a una estrella en expansión, que se riza sobre los agudos vértices como si se esforzara por abrirse cada vez más, en un intento por expandirse en un espacio infinito. Suaviza las formas de esta orquídea su lábelo, que se despliega ancho y rizado, complementando con exuberancia esta expresión de belleza natural. Sus colores y olor integran a la perfección el conjunto de esta flor, que es un regalo para los sentidos y una recompensa a los meses de cultivo.
El origen de esta orquídea es el cruce realizado entre una Beallara Tahoma Glaciar y una Miltonia Purple Queen, de forma que sus cuidados están condicionados por las necesidades de estas dos variedades.
Su cultivo requiere de temperaturas intermedias, aunque en mi caso crece bajo condiciones amplias que incluyen veranos muy calurosos (40 ºC), así como inviernos bastante fresquitos (3 ºC).
En invierno agradece recibir luz solar directa, aunque en verano hay que protegerla ofreciéndole una media sombra que le permita obtener energía para desarrollarse.
Necesita mantener sus raíces hidratadas, así como humedad ambiental en sus hojas y bulbos, como condición para crecer en buenas condiciones. Sin embargo, requieren de un periodo de reposo de dos a tres semanas después de haber florecido, tiempo en el que la planta recupera energías para seguir desarrollándose.
En cuanto al abono sólo se aplica en los meses de crecimiento, de Marzo a Octubre, con una frecuencia aproximada de una vez cada tres semanas.
Todo ello junto a ingredientes que incluyen ilusión y dedicación permiten que nazca una de las más hermosas manifestaciones naturales, las flores de las orquídeas, en este caso en forma de Beallara Peggy Ruth Carpenter “Morning Joy”.
